El viernes día 21 de Marzo es el día Mundial del árbol.
Por tal motivo el Ayuntamiento de La Bañeza, ha invitado al alumnado de 1º de E.P., a plantar unos árboles en unos terrenos situados entre el Barrio de El Polvorín y Buenos Aires.
A las 10:30h saldrán del colegio, alumnado y maestras, para llevar a cabo tan interesante actividad.
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Viviana no lo vio venir. Nadie lo ve. Porque el fuego no avisa, se infiltra. Es sigiloso, casi elegante, hasta que muestra los dientes. Era de madrugada. El silencio dormía con los ojos cerrados, pero el perro no. Él olfateó primero el desastre. Rasguños, gemidos, nervios en la piel. Y luego, el celular. 5:50. Pero el verdadero mensaje ya lo había enviado el humo, metiéndose por la cerradura como un ladrón de vidas.
El primer paso fuera del dormitorio fue como hundirse en una cueva caliente, oscura, traicionera. El humo la golpeó como un puño caliente y sucio. Tos, confusión, paredes que desaparecen. El camino hacia el garaje fue una odisea de segundos. Y al llegar, la imagen era brutal: fuego abrazando estanterías, devorando recuerdos, bailando sobre las cenizas de una vida.
Todo lo que era, dejó de ser.
Nos creemos inmunes. “Eso le pasa a otros”, decimos. Como si el fuego tuviera una lista negra. Pero no. El fuego es democrático, voraz, puntual. Y llega sin preguntar. Por eso, tener un extintor para casa no es lujo. No es paranoia. Es lógica. Es responsabilidad. Es amor a la vida propia y ajena.
Un extintor no es una decoración. Es una barrera entre tu familia y el desastre. Es el único recurso que puede darte esos segundos cruciales antes de que todo se convierta en humo.
Viviana lo perdió todo. El maxikiosco, su fuente de ingresos, sus papeles, sus sueños, sus fotos. Todo reducido a polvo caliente por un caloventor olvidado. El enchufe, viejo y sobrecargado, fue la chispa del final. Y no, no tenía extintor. No porque no pudiera comprarlo. Sino porque creyó que no lo necesitaba.
Como muchos. Hasta que es tarde.
te puede interesar→ https://mundoextintores.es/extintor-para-casa/
¿Cuánto tardan los bomberos? ¿15 minutos? ¿30? En una emergencia, cada segundo es un ladrón. Cada minuto, una sentencia. Y mientras las llamas suben por las paredes, la única defensa real es el extintor que deberías haber tenido.
Con un extintor podés detener el inicio del fuego, frenar su avance, salvar un ambiente, una vida, una oportunidad. Sin él, sólo queda esperar... y verlo todo consumirse.
“Nunca me pasó nada.”
“Lo dejo desenchufado.”
“Está apagado, no corre riesgo.”
Frases huecas. Mentiras que nos contamos para dormir tranquilos. Pero el fuego duerme liviano. Y una noche, despierta. Y exige todo.
Basta una chispa. Un cable pelado. Una carga mal distribuida. Una estufa olvidada. La receta perfecta para una tragedia escrita en llamas.
👉 Polvo químico seco (ABC):
El más recomendado para uso doméstico. Sirve contra fuegos de materiales sólidos (A), líquidos inflamables (B) y eléctricos (C). Versátil, eficaz y accesible.
👉 CO₂ (dióxido de carbono):
Ideal para equipos eléctricos. el extintor co2 No deja residuos, pero requiere precaución en espacios cerrados. No reemplaza al ABC, lo complementa.
👉 Espuma:
Poderosa para líquidos inflamables, aunque más adecuada para industrias o garajes. No suele ser práctica para departamentos o casas pequeñas.
Pero no basta con tener un extintor. Hay que saber usarlo. Revisarlo cada año. Ubicarlo en un lugar visible, accesible. Que no esté vencido. Que esté cargado. Que esté listo cuando el fuego diga presente.
Los incendios domésticos no aparecen en la tapa de los diarios, pero están ahí. Cada semana, una casa. Cada día, un aviso. Las causas: descuidos eléctricos, calefactores obsoletos, enchufes multiplicadores usados sin control. Y siempre, la misma escena: no había extintor. No había prevención.
Mientras tanto, los seguros no cubren el daño emocional. Y la memoria del fuego se pega a las paredes. A la ropa. A la garganta.
Un extintor cuesta menos que una suscripción de streaming. Ocupa menos que un microondas. Y pesa menos que una tragedia. Entonces, ¿por qué seguimos sin tenerlo?
¿De verdad esperás que el Estado te salve? ¿Un noticiero con tu casa de fondo? No esperes al incendio para pensar en prevención.
Prevenir no es miedo. Es respeto. Es amor propio. Es conciencia.
El incendio se apaga, pero la pérdida continúa. Llega el vacío, la tristeza, el olor persistente a cosas que ya no están. Las fotos quemadas. Las paredes negras. El eco de un ladrido que anticipó todo.
Y una voz interior que repite:
“Podrías haber hecho algo.”
¿Tenés extintor en casa?
¿Sabés cómo se usa?
¿Lo revisaste este año?
¿Cuántos cables tenés rotos y no reemplazaste?
¿Cuántos enchufes están reventando de carga?
El fuego no espera. No manda advertencia previa. Solo aparece. Y consume.
No es tarea del Congreso. No es deber del vecino. Es tu responsabilidad. Proteger a tu familia empieza por un gesto tan simple como comprar un extintor.
Porque no estamos hablando de “por si acaso”. Hablamos de evitar una tragedia real. Una que llega en la madrugada, silenciosa y caliente, como una sentencia.
Y si no estás listo, te lleva todo. Tus cosas. Tus recuerdos. Tu historia.
Así que no postergues. No lo subestimes. No juegues con la suerte.
Comprá un extintor. Aprendé a usarlo. Revisalo. Enseñale a tus hijos. Hacelo hoy.
Porque el fuego no perdona. Solo arde.
Y vos todavía estás a tiempo.
Viviana no lo vio venir. Nadie lo ve. Porque el fuego no avisa, se infiltra. Es sigiloso, casi elegante, hasta que muestra los dientes. Era de madrugada. El silencio dormía con los ojos cerrados, pero el perro no. Él olfateó primero el desastre. Rasguños, gemidos, nervios en la piel. Y luego, el celular. 5:50. Pero el verdadero mensaje ya lo había enviado el humo, metiéndose por la cerradura como un ladrón de vidas.
El primer paso fuera del dormitorio fue como hundirse en una cueva caliente, oscura, traicionera. El humo la golpeó como un puño caliente y sucio. Tos, confusión, paredes que desaparecen. El camino hacia el garaje fue una odisea de segundos. Y al llegar, la imagen era brutal: fuego abrazando estanterías, devorando recuerdos, bailando sobre las cenizas de una vida.
Todo lo que era, dejó de ser.
Nos creemos inmunes. “Eso le pasa a otros”, decimos. Como si el fuego tuviera una lista negra. Pero no. El fuego es democrático, voraz, puntual. Y llega sin preguntar. Por eso, tener un extintor para casa no es lujo. No es paranoia. Es lógica. Es responsabilidad. Es amor a la vida propia y ajena.
Un extintor no es una decoración. Es una barrera entre tu familia y el desastre. Es el único recurso que puede darte esos segundos cruciales antes de que todo se convierta en humo.
Viviana lo perdió todo. El maxikiosco, su fuente de ingresos, sus papeles, sus sueños, sus fotos. Todo reducido a polvo caliente por un caloventor olvidado. El enchufe, viejo y sobrecargado, fue la chispa del final. Y no, no tenía extintor. No porque no pudiera comprarlo. Sino porque creyó que no lo necesitaba.
Como muchos. Hasta que es tarde.
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¿Cuánto tardan los bomberos? ¿15 minutos? ¿30? En una emergencia, cada segundo es un ladrón. Cada minuto, una sentencia. Y mientras las llamas suben por las paredes, la única defensa real es el extintor que deberías haber tenido.
Con un extintor podés detener el inicio del fuego, frenar su avance, salvar un ambiente, una vida, una oportunidad. Sin él, sólo queda esperar... y verlo todo consumirse.
“Nunca me pasó nada.”
“Lo dejo desenchufado.”
“Está apagado, no corre riesgo.”
Frases huecas. Mentiras que nos contamos para dormir tranquilos. Pero el fuego duerme liviano. Y una noche, despierta. Y exige todo.
Basta una chispa. Un cable pelado. Una carga mal distribuida. Una estufa olvidada. La receta perfecta para una tragedia escrita en llamas.
👉 Polvo químico seco (ABC):
El más recomendado para uso doméstico. Sirve contra fuegos de materiales sólidos (A), líquidos inflamables (B) y eléctricos (C). Versátil, eficaz y accesible.
👉 CO₂ (dióxido de carbono):
Ideal para equipos eléctricos. el extintor co2 No deja residuos, pero requiere precaución en espacios cerrados. No reemplaza al ABC, lo complementa.
👉 Espuma:
Poderosa para líquidos inflamables, aunque más adecuada para industrias o garajes. No suele ser práctica para departamentos o casas pequeñas.
Pero no basta con tener un extintor. Hay que saber usarlo. Revisarlo cada año. Ubicarlo en un lugar visible, accesible. Que no esté vencido. Que esté cargado. Que esté listo cuando el fuego diga presente.
Los incendios domésticos no aparecen en la tapa de los diarios, pero están ahí. Cada semana, una casa. Cada día, un aviso. Las causas: descuidos eléctricos, calefactores obsoletos, enchufes multiplicadores usados sin control. Y siempre, la misma escena: no había extintor. No había prevención.
Mientras tanto, los seguros no cubren el daño emocional. Y la memoria del fuego se pega a las paredes. A la ropa. A la garganta.
Un extintor cuesta menos que una suscripción de streaming. Ocupa menos que un microondas. Y pesa menos que una tragedia. Entonces, ¿por qué seguimos sin tenerlo?
¿De verdad esperás que el Estado te salve? ¿Un noticiero con tu casa de fondo? No esperes al incendio para pensar en prevención.
Prevenir no es miedo. Es respeto. Es amor propio. Es conciencia.
El incendio se apaga, pero la pérdida continúa. Llega el vacío, la tristeza, el olor persistente a cosas que ya no están. Las fotos quemadas. Las paredes negras. El eco de un ladrido que anticipó todo.
Y una voz interior que repite:
“Podrías haber hecho algo.”
¿Tenés extintor en casa?
¿Sabés cómo se usa?
¿Lo revisaste este año?
¿Cuántos cables tenés rotos y no reemplazaste?
¿Cuántos enchufes están reventando de carga?
El fuego no espera. No manda advertencia previa. Solo aparece. Y consume.
No es tarea del Congreso. No es deber del vecino. Es tu responsabilidad. Proteger a tu familia empieza por un gesto tan simple como comprar un extintor.
Porque no estamos hablando de “por si acaso”. Hablamos de evitar una tragedia real. Una que llega en la madrugada, silenciosa y caliente, como una sentencia.
Y si no estás listo, te lleva todo. Tus cosas. Tus recuerdos. Tu historia.
Así que no postergues. No lo subestimes. No juegues con la suerte.
Comprá un extintor. Aprendé a usarlo. Revisalo. Enseñale a tus hijos. Hacelo hoy.
Porque el fuego no perdona. Solo arde.
Y vos todavía estás a tiempo.