LECTURA 50
EL ARADO Y LOS BUEYES
Su padre era labrador y tenía algunas tierras. Una tarde se durmió arando con los bueyes. Y como no volvía el arado, los bueyes siguieron y se salieron del campo. El hombre seguía andando, con sus manos en el arado. Iban hacia Poniente. Tampoco a la noche se pararon. Pasaron ríos y montañas sin que el hombre despertara. Hicieron todo el camino hasta llegar a Portugal. El hombre no despertaba. Algunos vieron pasar a este hombre que araba con sus bueyes un surco solo, largo, recto, a lo largo de las montañas, a través de los ríos. Nadie se atrevió a despertarle. Una mañana llegó al mar. Rompían las olas en sus pechos.
El hombre sintió el agua por el vientre y despertó. Paró a los bueyes y dejó de arar. En un pueblo cercano preguntó dónde estaba y vendió los bueyes y el arado. Luego cogió los dineros, y por el mismo surco que había hecho, volvió a su tierra.
(R. Sánchez Ferlosio)
C.F.M.
Obra publicada con Licencia Creative Commons Reconocimiento Compartir igual 4.0