LECTURA 35
Lectura comprensiva 5º
PÚAS
Púas, era un erizo pequeñito, de color marrón, un poco torpe y patosito. Tenía un hocico negro y unas patitas gordas. Siempre se metía en líos, por culpa de sus púas pinchosas. Un día, estaba tejiendo Doña Gatita un jersey muy lindo para su bebé gatito y Púas se acercó a curiosear.
La gata, había comprado en la tienda del pueblo, una gran canasta de madejas de colores y quería hacerle el jersey cuanto antes, para que no pasara frío. Doña Gatita, le decía a su pequeñín:
-¡Que guapo vas a estar!, ¡Eres el gatito más lindo de toda la vecindad!.
Púas, se había escondido detrás del sillón. Los colores de las madejas, llamaron su atención y al inclinar la cabecita para verlas mejor, se cayó dentro de la canasta. El erizo, se metió, entre las madejas y no podía salir. El hilo se había enganchado en sus púas y lo había enredado todo.
-¡Ay, Ay, mira lo que has hecho! Dijo la gatita. ¡Ahora que voy a hacer!. Púas, se sintió muy avergonzado y pidió perdón a la gatita, pero el hilo estaba destrozado y ya no servía para hacer el jersey.
Al llegar a su casa, Púas le contó a su mamá lo que había ocurrido. Le pidió que ella, hiciera un jersey para gatito. Su mamá le dijo:
-¡No te preocupes Púas, yo lo haré!. ¡No tienes que ser tan travieso!. ¡Has de tener más cuidado!.
Púas no sabía remediarlo, era tan inquieto, que volvió a meter la pata, bueno mejor dicho las púas.
Vio la madriguera de un conejo y quiso entrar en ella para curiosear. La Señora Coneja, acababa de tener crías. Estaban todas allí, muy juntitas. Todavía eran demasiado pequeñas para salir. Púas, consiguió meterse en la madriguera y llegar hasta las crías. Todo estaba muy oscuro y no podía ver nada. El erizo iba de un lado para otro, sin darse cuenta que según se movía iba pinchando a las crías.
-¡Fuera de aquí!. Le dijo Doña Coneja, muy enfadada. Púas, estaba, triste, el no quería hacer daño, pero siempre le salía todo al revés.
Pensando y pensando, encontró la forma de hacer algo bueno y práctico con sus púas.
¡Ya sé!. ¡Limpiaré las alfombrillas de las casitas de los animales!. Dijo Púas, convencido de que había encontrado la solución. ¡Esta vez, tengo que hacerlo bien y estar preparado para trabajar!. ¡No volveré a equivocarme!
Comenzó a trabajar, como un verdadero experto. Se ponía su mascarilla para el polvo, y limpiaba y limpiaba. Los animales, estaban muy contentos de que por fin, hiciera algo que le gustara y no molestara a los demás. Se convirtió en un gran limpiador de alfombras y todos estaban muy orgullosos de él. Púas, había encontrado una razón para ser feliz.
C.F.M.
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