LECTURA 50
Lectura comprensiva 4º
DOS AMIGOS EN TRINEO - II
Enrique emprendió la marcha por el camino. El trineo saltó detrás de los perros. Los lobos continuaban en su persecución de un modo abierto, trotando tranquilamente detrás y puestos en hilera a cada lado de la pista, con las rojas lenguas colgando y las costillas mostrándose a cada movimiento. Tan flacos estaban que no eran más que bolsas de piel estiradas sobre sus huesos; tan flacos que era maravilla que pudieran sostenerse en pie y no cayeran desplomados sobre la nieve. No se atrevió nuestro viajero a seguir andando hasta que oscureciera. Al mediodía, salió el sol. Era buena señal. Los días se alargaban.
Pero apenas había desaparecido la luz solar, se apresuró a acampar. Quedaban aún muchas horas de claridad y las aprovechó cortando una enorme cantidad de leña.
Con la noche llegaron los horrores. No solamente los hambrientos lobos se iban acercando cada vez más, sino que el sueño le rendía. Se acurrucó al lado de la lumbre, con las manitas sobre los hombros, el hacha entre las rodillas y a cada lado un perro que se apretujaba contra su cuerpo. Se despertó una vez y, a menos de cuatro metros de distancia, vio un enorme lobo gris, uno de los mayores de la manada. Luego lanzó una temerosa mirada al círculo de lobos dispuestos a desgarrar sus carnes con sus colmillos para servirles de alimento
(Jack London)
C.F.M.
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