LECTURA 46
Lectura comprensiva 4º
LA PUERTA CERRADA
En los primeros días había en el reino una ciudad. Había un fuerte castillo cuya puerta no era para entrar ni aún para salir, sino para que la tuvieran siempre cerrada.
Cada vez que un rey moría y otro rey heredaba su trono, éste añadía con sus manos una cerradura nueva a la puerta, hasta que fueron veinticuatro cerraduras, una por cada rey.
Entonces nombraron rey a un malvado que se adueñó del poder, y en lugar de añadir una nueva cerradura quiso que las veinticuatro restantes fueran abiertas para ver lo que había guardado en aquel castillo. Los grandes señores le pidieron que no hiciera tal cosa y le escondieron el llavero de hierro y le dijeron que añadir una cerradura era más fácil que romper veinticuatro, pero él repetía: “Yo quiero ver lo que hay guardado en el castillo”.
Entonces le ofrecieron cuantas riquezas quisiera en rebaños, en plata y en oro, pero él no quiso y abrió la puerta. Adentro estaban figurados los ejércitos árabes en metal y madera, sobre sus rápidos camellos y potros. Las patas delanteras de los caballos no tocaban el suelo y no se caían. El rey al ver las figuras se asustó, y más aún por el orden y silencio porque todas miraban a un mismo lado, y no se oía ni una voz ni una trompeta. Eso había en la primera habitación del castillo. En la segunda estaba la mesa del rey Salomón con ocultas propiedades capaces de serenar una tempestad y curar las enfermedades.
En la última vieron grabada una letrero terrible. El rey lo leyó y lo comprendió todo.
Decía así: “Si alguna mano abre la puerta de este castillo, los guerreros de carne que se parecen a los guerreros de metal y madera de la entrada se adueñarán del reino”.
Estas cosas sucedieron así. Antes de que tocara a su fin, los árabes al mando de Tarik se apoderaron de esa fortaleza.
C.F.M.
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