LECTURA 43
Lectura comprensiva 4º
SOLA EN CASA
María volvió a arrugar mucho la nariz. Ella no podía ir a la playa hasta que no acabara los deberes.
- ¡Jo, vaya verano! - se quejó resoplando. Y es que aún no sabía que aquel verano iba a ser el más sorprendente y mágico de su vida. Ni si quiera Pipo lo sabía. Por eso Pipo miró a María con los ojos grandes y las cejas inclinadas.
El atardecer, en un pestañeo, puso todo el cielo patas arriba y de color rojo. El sol era una enorme bola anaranjada. "Si tuviese un exprimidor gigante", pensó María, "podría hacerme un zumo de sol". Y casi se muere de la risa. A veces María tenía ideas así y a ella le hacían muchísima gracia.
Estaba sola en casa. Sus padres habían salido con la abuela y Cloti a cenar enormes helados a una terraza del paseo. Y luego se irían al cumpleaños de la tía Clotilde. La vieja tía Clotilde que vivía allí desde antes casi de que existiera la isla, cuando el mar todavía no se había vuelto perezoso y en el pueblo había pescadores y redes. Eso decía la tía Clotilde.
Como María era la más pequeña de la familia, no le dejaban trasnochar. Por eso se había quedado sola en casa. Por eso y porque, además, estaba castigada. Su madre había entrado por sorpresa en el salón aquella mañana.
- ¿Qué haces? le preguntó mirando el dibujo de Pipo en el ordenador -. ¿No estarás jugando en lugar de repasar? Si sólo es media hora al día. ¡María, por favor!
Anita Walker Moon
El secreto
C.F.M.
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