LECTURA 25
Lectura comprensiva 4º
REPIQUE DE CAMPANAS
Al amanecer, la gente despertaba con el repiqueteo de las campanas. Era la mañana del 8 de diciembre. Una mañana fría. No fría, pero gris. El repique comenzó con la campana mayor.
La siguieron las demás. Algunos creyeron que llamaban para la misa grande y empezaron a abrirse las puertas; las menos, sólo aquellas donde vivía gente que esperaba despierta a que el toque les avisara de que ya había terminado la noche. Pero el repique duró más de lo debido.
Ya no sonaban sólo las campanas de la iglesia mayor, sino también las de otras iglesias.
Llegó el mediodía y no dejaban de tocar. Llegó la noche. Y de día y de noche las campanas siguieron tocando, todas por igual, cada vez con más fuerza. Los hombre gritaban para oír lo que querían decir. “¿Qué habrá pasado?”, se preguntaban.
A los tres días todos estaban sordos. Se hacía imposible hablar con aquel zumbido de que estaba lleno el aire. Pero las campanas seguían, seguían, seguían, algunas ya rotas, con un sonar hueco como de cántaro.
-Se ha muerto doña Susana.
-¿Muerto? ¿Quién?
-La señora
- ¿La tuya?
-La de Pedro Páramo.
Comenzó a llegar gente de otros lugares atraída por el constante repique. De pueblos cercanos venían como en peregrinación. Y aún de más lejos. Quién sabe de donde, pero llegó un circo con una noria y sillas volanderas. Músicos. Se acercaron primero como si fueran mirones, y al rato comenzaban a tocar. Y así, poco a poco la cosa se convirtió en una fiesta.
La ciudad se llenó de gente, de jolgorio y de ruidos, igual que en los días de la función de circo que costaba trabajo dar paso por el pueblo.
Las campanas dejaron de tocar; pero la fiesta siguió. No hubo modo de hacerles
comprender que se trataba de un entierro. No hubo modo de hacer que se fueran; antes por el contrario siguieron llegando más.
(Juan Rulfo)
C.F.M.
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